viernes, noviembre 28, 2008

Periodistas aprenden sobre la cárcel: presos por una noche


Una cincuentena de periodistas vivieron en el lugar la rutina diaria de los presos al someterse a un simulacro de detención en el nuevo centro penitenciario Lledoners, de Barcelona, recién inaugurado y punto de recibir los primeros detenidos.

Desde las seis de la tarde del martes 18 hasta el mediodía siguiente, profesionales de un amplio segmento de los medios de comunicación catalanes conocieron los reglamentos, límites y restricciones que plantea la vida en una cárcel, en una experiencia inédita en España y que podría ser rescatada por las jefaturas de los sistemas penitenciarios de centro y Sudamérica para transferir a los periodistas locales las vivencias que acontecen en un predio penal.

Los hombres de prensa debieron firmar con anterioridad su consentimiento para someterse al régimen penitenciario y al trato y condiciones de los funcionarios que, dice la información recibida, pretendían ser lo más cercano a la realidad. Fue una “prueba piloto, un ensayo general” antes de que avanzado el otoño lleguen los primeros presos, ilustraron los que propiciaron la iniciativa.

En el ingreso, raramente voluntario, de los periodistas al moderno centro penitenciario Lledoners, sólo el cierre a sus espaldas de puertas y rejas fue apagando las sonrisas, sarcasmos y comentarios irónicos con los que los visitantes recordaban las películas que tuvieron a las cárceles como escenario protagónico.

El teléfono celular, la documentación personal, dinero y otros objetos de valor, además de instrumentos cortantes, perfumes y bebidas quedó requisado en la recepción y los sorprendidos inquilinos se quedaron con el pijama, una muda de recambio y el material gráfico informativo del régimen de la prisión fueron todo el equipaje permitido para el ingreso.

Llegó luego el turno de la larga espera en las celdas de traslados o “leoneras”, como se las llama en Argentina, donde los periodistas aguardaron a ser llamados individualmente para cumplir los últimos trámites previos, incluida la entrevista de ingreso, a una entrada reglamentaria en prisión.

No faltaron el cacheo corporal –seguramente atenuado-, el registro dactiloscópico, la fotografía, la revisación médica y hasta la charla con el “profesor”, que explica a los internos la oferta educativa dentro de la rutina penitenciaria.

Sin dinero en su poder, el centro penitenciario ofrece a los presos fichas para abastecerse en las máquinas expendedoras y las tiendas de ropa y otros artículos instaladas dentro de la cárcel.

Cuando el proceso habitual de ingreso puede demorarse hasta cinco días, los funcionarios lograron completar el de la cincuentena de periodistas en tres horas y los nuevos “presos” ya pudieron ingresar a las celdas asignadas.

Estas, dobles o individuales en Lledoners -un lujo tras ver imágenes de las literas de hasta cuatro pisos de algunas celdas de otras prisiones catalanas-, fueron ocupadas en este caso cada una por una sola persona, para acercar al profesional de la información una sensación de aislamiento o soledad, se explicó.

Luego llegó la cena, servida por un par de estos presos muy especiales 'presos', escogidos al azar por los funcionarios, quienes a su vez invitaron a otros “voluntarios” a limpiar las mesas y lavar los platos. Verdura, pan, tortilla de papas, pan, flan y agua servido en bandejas individuales con cubiertos y vasos de plástico.

Un poco de aire libre se respiró en el patio del módulo 1, con cancha de fútbol, canastas de básquetbol y una mesa de ping pong. Además un patio más o menos amplio para caminar de muro a muro, fumar, hacer un poco de ejercicio y charlar con los otros presos y guardias.

“¡Abreme la 35!”, gritó un agente por su radio mientras el periodista ve cómo se abre la puerta de su celda. Entonces ingresa, puede oír la puerta cerrarse tras él y entonces se sume en un pequeño mundo, donde sólo puede leer, fumar, pensar o dormir. Cada celda, de unos ocho metros cuadrados, está equipada con baño, ducha y calefacción, además de un comunicador donde el preso puede llamar en caso de emergencia.

Mientras tanto los guardias, muy en su papel, hacían la ronda de turno, que incluía recuento -tres al día- celda por celda. La experiencia carcelaria de unas doce horas que vivieron los representantes de los medios de comunicación en Lledoners, puede calificarse de vistazo si se la compara con la media de nueve años de prisión que registran las estadías de los presos catalanes.
Pese al régimen atenuado que vivieron los periodistas en una cárcel nueva, su experiencia de encierro, incomunicación, aislamiento, régimen de detención y un lento pasar del tiempo fue seguramente muy instructiva y conveniente para su trabajo futuro cuando la noticia surge de una cárcel. Esta experiencia los pone, al informar, más lejos de caer en la fascinación que ejercen los mitos y las fantasías sobre la prisión.

La cárcel de Lledoners, que insumió 25 meses y demandó una inversión de 105 millones de euros, es la primera de un modelo de prisión diseñado con un corredor central que separa los módulos de alojamiento y los espacios comunes.

Los ocho módulos de residencia tienen dos plantas y 64 celdas cada uno. Cada unidad puede funcionar de forma autónoma, ya que tiene espacio de asistencia médica, economato con los productos básicos, comedor, sala de estar, polideportivo, aulas educativas y talleres.

También hay un módulo con 24 celdas para los internos en primer grado penitenciario, el más restrictivo, y otro para los sancionados, con 12 celdas más.

Los presos podrán participar de los tres ciclos de estudio formal, así como cursos no reglados de informática o idiomas. También realizar actividades artísticas o de educación social. Otro edificio está destinado a la sanidad, aunque cada módulo tiene su propia enfermería.

El área de formación ocupacional y los talleres productivos se dedicará a la fabricación de perchas para la ropa, panadería y repostería y fabricación de bolsas de escombros. Los presos también podrán trabajar en la cocina y la lavandería.

Sobre las comunicaciones de los detenidos con el exterior hay 25 locutorios, 14 salas de visitas familiares, 15 de visitas íntimas, tres salas de videoconferencias y una para ruedas de reconocimiento. Para acceder al recinto, los visitantes cuentan con una sola entrada y salida, con cabinas de control e identificación y salas de cacheos.

La cárcel está rodeada por un perímetro de seguridad formado por tres barreras físicas de seis metros de altura y tres sistemas de sensores. Más de 600 cámaras controlan el interior del centro y su perímetro.

En Lledoners trabajarán más de 400 personas entre efectivos de vigilancia y seguridad, administración, mantenimiento y rehabilitación, y psicólogos, pedagogos, juristas, educadores y trabajadores sociales.
Foto: fachada de la nujeva cárcel de Lledoners.