jueves, noviembre 13, 2008

Clasificación de detenidos: una versión de Estados Unidos


La típica característica del sistema estadounidense de privilegiar la seguridad del personal y la del establecimiento como prioridad de la gestión carcelaria y la de afirmar, sin rubores, que con el encierro se busca segregar al delincuente de la comunidad con una separación marcada por la gravedad de lo que se le impute, surge a cada párrafo de esta información.

“El nivel de la seguridad de la prisión es indicador del grado que separa a un delincuente de la comunidad civil” define frontalmente el estado norteamericano de Carolina del Norte, cuando explica oficialmente las premisas del procedimiento al que se ajusta al afrontar la delicada problemática de la clasificación de detenidos a su ingreso a una prisión.

Según esa explicación, la clasificación de detenidos al llegar a la prisión es un método de determinar los “riesgos” del interno enfrentado a los requisitos de seguridad y las necesidades del programa de rehabilitación al que se lo incorpore, luego de atravesar un proceso de evaluación de personalidad y antecedentes en los once centros de recepción de presos –once, debe repetirse- de ese estado norteamericano.

Centros de recepción
Para determinar este riesgo los detenidos son trasladados a uno de esos centros, dos para mujeres, dos para jóvenes masculinos y siete para varones adultos, donde se los clasifica al producirse la admisión.

El interno debe atravesar un proceso de evaluación “incluyendo investigaciones médicas y mentales de la salud” dice la página oficial del estado norteamericano, a las que se agregan los cuadros de “fondo social”, educación, historia y habilidades en el trabajo, antecedentes penales y reincidencia en la prisión. Se estudia con detenimiento el tipo y la forma en que el ingresado perpetró el delito o crimen para extraer datos sobre la peligrosidad potencial que presenta, puntualiza la información institucional.

Con esta semblanza de la personalidad los especialistas en clasificación desarrollan “un perfil individual”, del que surge la “clasificación del delincuente” y, en base a esta, el traslado a la prisión “más apropiada para la custodia” se explica.

A partir de esta clasificación inicial, el comportamiento y los componentes “de riesgo” que haya mostrado en el trato con el personal de la prisión “determinarán la progresión del interno a través de los distintos niveles de custodia”, desde los de máxima seguridad a los de mínima.

Las autoridades de la penitenciaría asignan los programas de readaptación social y los trabajos a los internos. Los reclusos que aceptan las reglas de la prisión, el trabajo asignado y participan en los “programas correctivos, pueden progresar hacia la custodia mínima” se informa.

Los que rechazan las reglas y la imposición de tareas son sometidos a condiciones “más restrictivas de custodia y –eventualmente trasladados a- una prisión más segura” advierte el Departamento Correccional de Carolina del Norte.

Aquí los presos reinician un ciclo en el que deberán “demostrar comportamiento responsable y mejorado en un cierto plazo para progresar” a las clasificaciones menos restrictivas y prisiones de menor seguridad”.

Regímenes de seguridad
Los internos son clasificados para ser asignados a niveles de custodia de “cierre” –máxima seguridad-, medio –mediana seguridad- y mínimo I, mínimo II o mínimo III, de acuerdo “a los riesgos de seguridad presentados” reitera la información oficial.

Asignados dentro de esta escala de regímenes carcelarios los internos están sujetos a distintas modalidades de “control”, cuyas gradaciones descienden desde la dramática “fila de muerte” a la de control “máximo, intensivo, safekeeper, disciplinario, administrativo o protector, en un contexto general de a mayor seguridad menos libertad de acción –“freedoms”- y menos “privilegios”.

“La asignación y el cambio de estos estados es a discreción de las autoridades de clasificación” correspondiente al régimen en el que se encuentra el preso se aclara, para luego puntualizar que “la imposición de las medidas de control adicionales de custodia tienen el fin de mantener el orden en la prisión, la seguridad, la protección del personal y prever seguridad del interno”.

Las prisiones son clasificadas por el nivel de seguridad. Como se detalló los niveles son los de cierre –confinamiento-, medio, y mínimo. Estos niveles de seguridad son determinados por el diseño y las características de la prisión, la dotación de personal correccional –a mayor seguridad naturalmente más guardias- y los procedimientos de funcionamiento.

Las unidades de máxima cuentan habitualmente con barrera de perímetro de doble alambrada, torres de vigilancia con personal armado y patrulla armada. Las celdas tienen apertura desde “una estación de control segura” y “confinan a los internos más peligrosos que son una amenaza severa a la seguridad pública, al personal correccional y otros internos” se pormenoriza.

Los confinados en régimen de “cierre” -máxima de la seguridad- permanecen en su celda 23 horas al día. En la hora de recreo se les permite caminar y hacer ejercicios en el patio común del pabellón o salir al exterior a un predio totalmente enrejado. “Todo el movimiento del interno se controla estrictamente con el acompañamiento del oficial correccional e incluso con aseguramientos físicos” alerta el Departamento Correccional de Carolina del Norte.

Mediana seguridad
Las cárceles de mediana seguridad se diseñan típicamente con pabellones de hasta cincuenta internos, con duchas y lavaderos comunes. Los internos duermen en celdas individuales o dobles con camas marineras –“cucheta militar”- y tienen armario para sus uniformes y pertenencias. Estas prisiones tienen generalmente un perímetro con doble alambrado, torres con guardia armado y patrullaje armado. Hay menos supervisión y control interno sobre el movimiento de presos que en una prisión de máxima seguridad.

Seguridad mínima
Las prisiones de mínima seguridad, con menor supervisión de las actividades de los alojados se diseñan con dormitorios patrullados por oficiales correccionales sin previsiones de seguridad. El establecimiento tiene generalmente un solo alambrado en el perímetro, sin torres de vigilancia ni patrullas armadas. Los internos de estas cárceles acceden generalmente a trabajos externos para la comunidad.

La mayoría de los programas de readaptación y trabajo están dentro de la prisión, aunque internos de cárceles de mediana y mínima seguridad seleccionados por las autoridades pueden trabajar fuera de la penitenciaría en labores de granja o mantenimiento de caminos “bajo supervisión armada de oficiales correccionales entrenados” se aclara.

La información pública proporcionada por el estado norteamericano de Carolina del Norte muestra semejanzas en el proceso de clasificación de los detenidos utilizado por sistemas de Argentina, en cuanto a la asignación de los regímenes de detención y a la progresión del interno de acuerdo a su conducta hacia alojamientos con reglas más flexibles y con posibilidades de acceso a beneficios como, por ejemplo, el trabajo y esparcimiento.

También, sin eufemismos, confirmó sin necesidad de trasponer las puertas de sus prisiones que la seguridad es la prioridad en la gestión carcelaria, cuyas regulaciones están para ser acatadas por todos.-

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