miércoles, diciembre 20, 2006

Felices fiestas y un venturoso 2007!!!!

Se acercan las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Tiempo de revisión, esperanza y salutaciones. También de agradecimientos.

Con la llegada del 2007 “Prisiones y Penas” está a punto de cumplir su primer año de vida. Por eso comenzamos con el agradecimiento a los lectores de nuestro país de origen, la Argentina, y de quienes desde otros lugares del mundo se acercan a nuestro sitio web.

Sin ellos este espacio no tendría motivo de ser y por ellos esta pequeña, humilde página, se incentiva y entusiasma para seguir adelante. Tiene en el futuro la misión de seguir informando sobre lo que habitualmente es olvidado por los gobiernos de esta región del mundo en lo político, lo económico y lo social: la cárcel. Lugar que recibe a quienes no pudieron ser contenidos antes por otras instituciones de la comunidad, como la familia, la escuela, la ayuda, atención y convocatoria social, la capacitación en un empleo u oficio y, finalmente, la prevención contra el delito.

La cárcel, un lugar olvidado por los gobiernos donde fácilmente puede olvidarse a la gente. La detenida y la que realiza el duro y a la vez delicado trabajo a que la prisión obliga.

El saldo penitenciario de este año en sus ùltimas horas no es muy disímil de los anteriores: sobra hacinamiento, sobrepoblación, retardo de la justicia y promesas oficiales incumplidas. En cambio, hay faltantes de toda laya en las cárceles de centro y Sudamérica y España. Falta infraestructura en nuestros países y, en la mayoría, además faltan aulas, talleres de capacitación laboral, atención médica y atención legal. También formación de personal penitenciario. Con frecuencia también falta racionalidad. Es mucho.

¿Cabe pensar en una mejora de estos cuadros? Creemos convenir con el lector en que no hay espacios para eso. ¿Por qué?

Centralmente porque la mejor de las políticas carcelarias, la que pretende alojar cada día menos presos, excede a la prisión: consiste en el fortalecimiento de la familia y de la educación. No hay mejores herramientas para prevenir la delincuencia que el buen funcionamiento de esas dos grandes instituciones de la sociedad, hoy indefensas por los gobiernos que proponen el facilismo para vivir, traducido entre otras cosas en promesas y normas que apuntan a prometer el éxito sin trabajo y a entalonarse en la demagogia como herramientas de la permanencia política.

La gente sabe cómo son minimizadas desde hace décadas las funciones sociales de la familia y la escuela como formadoras de hombres y mujeres que apuesten al respeto –entre otras cosas de las normas de convivencia- y la tolerancia.

El testimonio más contundente de esa minimización: se necesitan -y con urgencia- cada vez más cárceles activadas para cada vez más gente que debe ser encarcelada.

Más allá de este indeseable crecimiento, lamentablemente no hay pronóstico de cambios sustanciales en lo carcelario.

Aunque no por ello, podemos descartar la esperanza. En que los funcionarios despierten de la modorra y burocracia que propone el sillón oficial. En que el personal penitenciario demande la jerarquización de su función a través de la capacitación y la exigencia. En que los detenidos decidan aprovechar el tiempo del trance carcelario invirtiendo en educación y trabajo carcelario.

Finalmente en que la sociedad toda sea permeable a una de las grandes necesidades del hombre y la mujer que recuperan la libertad tras una estancia tras las rejas con buena conducta y capacitación en empleos u oficios para reinsertarse con menos dificultades en la vida libre.

¿Imposibles? Sólo es cuestión de empezar.

Como se anticipó al comenzar esta entrega, “Prisiones y Penas” llega al momento de las salutaciones a sus lectores al llegar la Navidad y el Año Nuevo tras haber agradecido su permanente fidelidad a esta página. Espera que la paz reine en sus hogares como designio del nacimiento del Niño Jesús y que la prosperidad los acompañe durante el año a punto de comenzar.

Muchas gracias por estar cerca nuestro.