lunes, abril 16, 2007

Argentina: el pintoresco e inagotable lunfardo carcelario


“Brillo” es azúcar; “rati” -tira al revés- quiere decir policía”; “perro” es un segundo revólver escondido entre las pertenencias; “feite” es una hoja de afeitar o “filo” para autoagredirse o atacar a otro; “agujero” es un homosexual; “bolacear” es engañar con la palabra a otro; “pancho” es un detenido zonzo, indefenso, sin cartel como delincuente; “teca” es el botín de un asalto.

Estos son algunos, muy pocos, de los vocablos pertenecientes al amplio y pintoresco lunfardo carcelario hoy en vigencia en los pabellones de las penitenciarías argentinas. Porque los hubo antiguos y ya pasados de moda y habrá nuevos.


Por esto, pretender agotar la totalidad del abecedario utilizado por los presos en la cárcel y cuando vuelven al ambiente del delito al recuperar la libertad no sólo resultaría un trabajo arduo de meses, sino además de casi imposible realización: este vocabulario se renueva constantemente. Es la manera de ser útil y fiel a los motivos por los que fue creado: hablar tras las rejas tratando que los guardias o “cobanis” o “ratis” no comprendan lo que realmente se quiere decir.

El diario “Hoy” de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, publicó en su edición del 16 de abril una interesante recopilación de algunos términos del lunfardo carcelario que, explica, obtuvo de un diccionario elaborado por Félix Carballo, ex oficial del Servicio Penitenciario bonaerense.

La nota merece ser leída por los interesados en la cuestión carcelaria, particularmente de la Argentina por lo autóctono del tema, aunque con una pequeña aclaración: el lunfardo carcelario no tiene fronteras provinciales definidas, sino que es compartido por presos federales o de las provincias. Ellos no eligen el lugar de alojamiento y, donde se encuentren detenidos, hablarán con el mismo lenguaje en uso en ese momento en las penitenciarías.

A continuación la nota del diario “Hoy”, titulada “El Lenguaje Críptico de los Presos” y que no lleva firma.

El “autito” no es un juguete ni un rodado de pequeñas dimensiones. Tampoco lo es “coche” y mucho menos “colectivo”. El “locutorio” no es lo que todos imaginan y “liberti” no es la marca de una cerveza sin alcohol.

En el submundo carcelario, donde el que se destaca es un “poronga” y el que no trasciende un “pancho”, los códigos son otros. El lenguaje también. El “autito” es en realidad un interno homosexual, el “coche” es el que tiene pareja en el mismo pabellón, “colectivo” significa desorden, y “liberti” es sinónimo de “libertad”.

Del análisis de un diccionario confeccionado por Félix Roberto Carballo -un ex jefe penitenciario platense- con más de veinte años de servicio en la fuerza, surge que la mayoría de los vocablos están relacionados con la conducta sexual.

Si bien los internos que asumen su condición homosexual en su gran mayoría son alojados en un mismo pabellón, esta característica está contemplada por los códigos de la población carcelaria, donde incluso los reos con más poder suelen tener entre dos o tres parejas al mismo tiempo. Además de los términos más vulgares, para ellos existe una enorme cantidad de sinónimos: “autito”, “boquete”, “buraco”, “cochecito”, “yanta”, “maraca”, “maracaibo”, etcétera. El “formula uno” es, por ejemplo, el preso más apetecible para el resto de los detenidos, y el “quitamarido” el que consigue que su “amante” deje a su pareja heterosexual.

También existen palabras que, lejos de ocupar un lugar común dentro de las cárceles bonaerense, pasaron a ser de uso habitual en el hablar cotidiano de los argentinos. El violeta (violador) es un claro ejemplo de ello. También la manera en la que se hace alusión a la policía: “botón”, “rati”, “cobani”, “vigilante”. Otras definiciones, mucho más especifícas como por ejemplo “cabeza de tortuga” (así denominan al cuerpo de infantería, un grupo especial que suele intervenir en motines), refieren a la vida carcelaria.

La otra escuela
La realidad del mundo de la cárcel se traduce en gran medida en el lenguaje del recluso. En sus gestos, códigos, actos, actividades cotidianas, traducidos en vocablos que los procesados y penados manifiestan dentro de los muros y al egresar, aunque incorporando expresiones también usadas por la comunidad libre como “boga” -abogado-, “blanca” -cocaína-, “bardear” -criticar- y “buchonear” -delatar-.

Si bien no se trata de un lenguaje en sentido estricto, cumple la función de transmitir mensajes, con expresiones propias de la cárcel.
Un rasgo más de éste dialecto es la dinámica continua de mutación y cambio del significado de la terminología. El surgimiento de expresiones nuevas como “pata de calentador” -líder que carece de poder-, testimonian esa transformación. Asimismo el término “yantas”, que originalmente aludía a las zapatillas, en la actualidad se utiliza citar a los homosexuales.


Hasta aquí la nota de "Hoy" de La Plata; "Prisiones y Penas" podría agregar a lo transmitido a los lectores de su propia cosecha en el primer párrafo otros términos lunfardos exclusivos de la cárcel como los que aluden a situaciones críticas. Por ejemplo un verbo que alude a una violación grave de los códigos entre los presos: "carpusear", que significa mirar la mujer de otro en el momento de la visita. Es enorme esta falta entre detenidos en un penal.


"Carpusear" puede acarrear que el preso que se sienta afectado por esa actitud, por lo general una vez de regreso al pabellón de alojamiento tras despedir a los familiares, "se pare de manos" ante el ofensor. "Pararse de manos" tras las rejas es estar preparado y manifestar al otro detenido la decisión de pelear, a trompadas o recurriendo a las "facas", los cuchillos de fabricación casera. Y habrá pelea hasta que el personal penitenciario intervenga para volver al orden, o para remitir al hospital al herido.


Pero, ¿Cómo se es bienvenido a un pabellón de "pesados" cuando se suma un recién llegado? Por referencia, "cartel" o "chapa" en el delito. Si juegan por lo menos una de las tres cosas dicen del nuevo, quienes lo conocen, que es "un buen muchacho". Estas tres palabras son mágicas para el ingresante: cuenta con el salvoconducto para integrar "la ranchada" -el grupo- de los que mandan en el sector o, por lo menos, convivir sin ser molestado. Esto también es de mucho valor en una cárcel.


Por el contrario, no tener "cartel" dentro de la cárcel, implica que uno es un "gil", un "perejil" o un "pancho".


Esto ha sido apenas una introducción al lunfardo carcelario en uso actual. Su tamaño, "riqueza" y pintoresquismo demanda más entregas futuras. Muchas. Las prometemos.