lunes, febrero 26, 2007

Chau al "pianito" en las cárceles españolas desplazado por la tecnología

Las cárceles de España adoptan un nuevo sistema de identificación de detenidos digitalizado, que deja atrás el acostumbrado proceso dactiloscópico –en Argentina el llamado “pianito”- y que permitirá acompañar los datos procesales, penitenciarios y hasta la imagen del preso.

No es todo. Según la información oficial la “ficha” computarizada incorporará, además de las huellas digitales y la fotografía del recluso, sus cicatrices y tatuajes con datos sobre talla, color de ojos, piel, constitución física y otras características que ayuden a su identificación.

Además, las salidas de los presos –incluso las transitorias- contarán con la informatización de hora de egreso y reingreso para que, en caso que el interno no vuelva al establecimiento dentro del horario autorizado, el sistema active un mecanismo de alarma que además de advertir al personal de la cárcel quedará automáticamente registrado en su legajo carcelario.

Este avance técnico para lo penitenciario es denominado Sistema de Identificación Automatizado (SIA) y fue desarrollado durante seis años en España a un costo de 1,2 millones de euros –cerca de 2 millones de dólares-, para mejorar y acelerar el manejo de los 55 mil presos alojados en la península ibérica.

Es la computadora que desplaza al sistema manual de registro de huellas digitales creado por el criminalista argentino Juan Vucetich y que, adoptado en todo el mundo, sirvió durante más de un siglo y hasta hoy a las necesidades de identificación policiales y carcelarias.

El sistema, de tecnología local, ya funcionó como prueba piloto en las prisiones de Madrid III y Madrid VI y en estos días se extiende para cubrir las necesidades de los 66 establecimientos de detención de España que, con la irrupción del computarizado SIA, abandonan el uso de la tinta y las boletas de ingreso y egreso de los presos.

Para la puesta en marcha de este sistema se reunieron las huellas digitales de la totalidad de los detenidos quienes ya no deberán entintar los dedos cada vez que ingresen, egresen o sean trasladados de los recintos carcelarios. En cambio, apoyarán la mano en un lector informático que verificará su identidad en un tiempo calculado entre 10 y 45 segundos, de acuerdo a la cantidad de información que el operador penitenciario requiera a la máquina.

También se archivó hasta ahora el sesenta por ciento de las fotografías digitales de la población penal española y se debió capacitar para el uso del adelanto a más de trescientos agentes.

El nuevo sistema permitirá reunir en un registro digital la información procesal, física y penitenciaria de los reclusos, las veces que fue a la cárcel, dónde fue alojado, las fechas, salidas y entradas, los permisos y los traslados y hasta los distintos alias que haya utilizado durante su historia de conflictos con la ley.

Además ayudará a que los traslados interjurisdiccionales sean más seguros, ya que a cada trasladado lo acompañarán sus datos incluido grado de peligrosidad y hasta el nivel de resguardo físico que su persona demande durante el trayecto.

“Blindaje”
La Dirección General de Instituciones Penitenciarias de España pretende de esta manera “blindar”, según sus propias palabras, el manejo y movimientos de los presos, complicado por las nuevas modalidades delictivas que adoptan identidades de acuerdo a sus propias necesidades. A esto se opondrá a partir de ahora en España el frío y preciso banco de datos identificatorio computarizado.

Está previsto que este sistema proporcione en el futuro un documento de identidad del interno que debería acompañar su persona durante sus encarcelamientos.

Lo nuevo también llega a la cárcel y, con cierta tristeza inocultable para los argentinos, desplaza al proceso dactiloscópico creado y desarrollado en el país por el criminalista Juan Vucetich en los albores del siglo anterior cuando su uso se extendió a todo el mundo.

Las fichas dactiloscópicas fueron el eje de la identificación policial-carcelaria en España desde 1909 cuando la tinta para que los alojados debieran “tocar el pianito” se convirtió en un insumo básico y, hasta ahora, insustituible del sistema penal.