viernes, mayo 05, 2006

Psicosociología de un motín carcelario, según Víctor Irurzun

La rotura de códigos entre presos y guardianes y la “fractura de la comunicación” entre los internos por un lado y entre las jefaturas y los agentes carcelarios son, según el experimentado juez del fuero criminal Víctor José Irurzun, las causas principales del desenlace de motines carcelarios con saldo dramático de pérdidas de vidas de internos y penitenciarios.

El interesante trabajo del juez de instrucción ya retirado, del que aquí se publica un condensado, alerta sobre los “desbalances psicológicos” que se agitan entre los actores durante los motines y que conducen a “impulsos desencadenantes como sed de venganza” entre los grupos, sostiene el magistrado.

Irurzun, catedrático de la materia “Sociología Penal” en la Universidad del Salvador en cuyo portal aparece su estudio “Psicosociología de un motín carcelario” desmenuza los factores emocionales que, a su criterio, inciden con decisivo protagonismo durante una alteración del orden en la cárcel.

Descripción
El magistrado sostiene que “nuestra cárcel tradicional es cerrada, amurallada; el preso lo es de un doble anillo contentivo de paredes y guardianes” discurre, para luego detallar las influencias físicas y psicológicas que se agitan atrás de las rejas según su tesis: sobrepoblación, instalaciones inadecuadas, personal escasamente remunerado, el defecto de un régimen progresivo y personalizado y, fundamentalmente, la pérdida del contacto con el exterior, es decir ruptura con la sociedad, despersonalización, soledad, tedio, ocio, regresión, vicio” pondera.

Afirma que “la estructura social de ese mundo, revela la existencia de agrupamientos; por un lado la jerarquía integrada por el escalafón carcelario y –por el otro- la población carcelaria”. Sostiene que “entre estos grupos se percibe un conflicto latente, antagonismo y disociación”.

Explica el juez que “el conflicto intersectorial se produce, también, entre los grupos de internos que no forman una sociedad homogénea. Por el contrario, ésta es plural, estratificada de acuerdo al delito, personalidad, jerarquía delictiva que se trae desde la calle, a las conexiones; esos grupos pueden expulsar al que no se ajuste a la "conducta carcelaria" o ingresar, por conveniencia, a un extraño”.

Aclara luego que estas normas entre internos son sancionadas por ellos; son “positivas -prestigio, privilegios- y negativas -exclusiones, ostracismo, muerte- y se aplican con todo rigor”.

“No existe coincidencia de metas entre los presos, que sólo se encuentran motivados a rescatar su libertad. Esa situación de privación, que el preso considera íntimamente injusta, lo lleva a rechazar las normas del penal y adherir, generalizadamente, a las intergrupales” de los detenidos.

Sintetiza luego que “en la cárcel los intereses de los internos no coinciden con los de la jerarquía, es decir perciben al otro –a los guardias- como enemigo, el responsable de lo que le pasa. Por su parte la jerarquía penitenciaria está preocupada por la contención. Así, el temor mutuo levanta barreras a la comunicación y comprensión, lo que favorece la adopción de actitudes explosivas” advierte Irurzun.

Etiología y dinámica de un amotinamiento
El ex magistrado recuerda que “hace ya algunos años, en una prisión cerrada, se produjo un motín de internos que motivó una violenta respuesta por parte de los guardiacárceles y que dejó como saldo una veintena de muertos”.

“Los internos sublevados mantuvieron como rehenes y luego asesinaron a nueve guardiacárceles y no explicitaron si su conducta se debía al régimen al que estaban sometidos o lo que se procuraba era la evasión”, relata Irurzun.

Cuando los presos “se entregaron y liberaron los rehenes que quedaron con vida, se produjo la respuesta por parte del personal penitenciario. Estos no comprendían lo que sucedía en los cuadros amotinados, de donde llegaban rumores de la muerte de sus compañeros apresados” recuerda el juez.

“Cuando se recuperaron las instalaciones los guardias precipitaron las tensiones acumuladas y reprimidas, sobre todo ante la narración de la forma despiadada en que habían sido ultimados sus camaradas. La reacción fue, también, irracional, mecánica, regresiva y agresiva: masas no identificadas de individuos irrumpieron donde se alojaban los internos dando muerte a quince bajo la voz de se evaden los presos" cuenta el autor.

Remata luego al señalar que los graves sucesos –aunque no lo aclara los episodios seguramente sucedieron cuando la transmisión de noticias en vivo aún no existía- se desarrollaron mientras los presos y personal penitenciario carecieron de noticias sobre la evolución del motín: “recién cuando cambiaron las fuentes informativas a raíz de conversaciones de persona a persona mantenidas entre la autoridad y los amotinados, comenzó a ceder el temor y a perder influencia los cabecillas, puntualiza Irurzun sin otra aclaración.

Conclusiones
Opina que lo acontecido “abre la hipótesis que las conexiones entre internos y guardiacárceles quedaron rotas en el proceso y una real sensación de angustia y miedo originada en la fractura de la comunicación condujo al camino elegido que más respondía a sus términos de rol, dada la carencia de canales alternativos que permitieran superar la crisis”.

“Recién cuando se superaron los impulsos desencadenantes comenzó a nivelarse el campo psicológico –de presos y guardianes- y la normalidad fue recuperada cuando quedó saciada la sed de venganza, cuando la agresión reprimida, incrementada por la transmisión en cadena de la energía acumulada, tuvo escape a través del estrechamiento del marco perceptivo y de la sensación de impunidad que otorga el anonimato” aventura el autor.

Deja Irurzun para lo último un dato que no es menor: “las protestas por las condiciones carcelarias pueden revestir formas diferentes a la del motín que encubre una tentativa de evasión, como seguramente fue el que desembocó en el sangriento hecho referido”.

Si es cierto que lo frecuente durante un motín con enfrentamientos es el ineludible mayor o menor quiebre de los códigos de convivencia aceptados en una prisión, el trabajo del ex juez debe instar a lo institucional a valorar adecuadamente la preservación de la comunicación entre la superioridad política y penitenciaria con el personal que, por su contacto cercano y constante con los hechos, es el que más mantiene expuesta su sensibilidad. -

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