lunes, abril 10, 2006

Paro de guardias en Ecuador desnuda dura realidad carcelaria


El personal carcelario ecuatoriano “cerró” las penitenciarías el jueves y viernes último disconformes con los recortes presupuestarios al sector que se traducen en hacinamiento y carencias de la población penal, falta de pago de horas extras y ausencia de programas de mejora de la infraestructura de los edificios. Los guardias amenazan con extender el paro penitenciario en los próximos días si no son escuchados por las autoridades políticas.

La medida de fuerza de los agentes, no sindicalizados, dejó al descubierto una dura realidad carcelaria donde, por ejemplo, internas se prostituyen con la visita a cambio de dinero y la droga y el alcohol son corrientes en los pabellones, a pesar del riguroso trato penitenciario, según un informe aparecido en el tradicional diario “El Comercio” de Quito.

Ricardo Arteaga, vocero de los guardias, dijo a la prensa que el Ministerio de Economía ecuatoriano redujo drásticamente el presupuesto carcelario 2006, lo que fue ratificado por el director nacional de Rehabilitación Social, Rolando Terán, al reconocer que “se presentó una pro forma presupuestaria para el 2006 de 70 millones de dólares y nos dieron 31 millones”, precisó el funcionario.

Encaramado sobre esta medida Arteaga aseguró que “el dinero para alimentar a los internos solo alcanzará para este mes”, de acuerdo a lo reproducido por “El Comercio”. Los penitenciarios piden de 15 a 20 millones de dólares de aumento del presupuesto anual de 31 millones.

Después de quejarse porque “el gobierno no da ningún tipo de solución a los problemas del sistema carcelario”, el vocero de los agentes penitenciarios subrayó el hacinamiento que se vive en las cárceles del país debido a la falta de agilidad de los procesos judiciales: “de 13 mil internos, hay 9 mil que no han sido sentenciados y no se sabe si son inocentes o culpables”, explicó.

La situación en la Cárcel de Mujeres
El descontento laboral de los guardias que “cerraron” de las cárceles impidiendo el acceso a ellas –no se informó si se suspendió visita a la población penal- llevó al redactor de “El Comercio”, Jean Cano, a ingresar a la Cárcel de Mujeres de Quito que aloja a 547 internas en 12 pabellones.

El informe arroja un dato inicial que puede sorprender a los sistemas de otros países: el ecuatoriano contempla la extensión de la pena por mal comportamiento en la cárcel y lo ejemplifica con el caso de una detenida de origen colombiano, condenada por tráfico de drogas, que “hace cuatro meses cumplió su pena de doce años pero los partes por peleas alargan su encierro a nueve meses por cumplir” precisa el periodista.

El aumento de la pena por mala conducta aparece cuestionado en la nota cuando agrega que “decenas de mujeres no saben si están condenadas o tienen la oportunidad de obtener la libertad y esta falta de acceso a la justicia es uno de los problemas que las mujeres enfrentan” en un trance carcelario.

Según el diario quince detenidas entrevistadas se quejan “por vivir en permanente zozobra y chantaje debido a los continuos conflictos por deudas y porque hay consumo de drogas y alcohol en el presidio, mientras el ingreso de esas sustancias no para” informa el diario.

“En el pabellón de las internas más conflictivas, llamado Amazonas, el olor a base de coca es penetrante y si bien las reclusas admiten que la consumen, no revelan quiénes ingresan con estupefacientes al interior” puntualiza la nota periodística.

En otro pabellón una reclusa relata que no puede “lidiar” con una compañera de celda: “incluso cuando estamos leyendo la Biblia consume –droga- al lado de nosotras y no hay cómo decirle nada” se queja. M.B., referente de las internas, admite que la droga y el alcohol provocan problemas. “Sí, hay consumo en el interior” se limita a decir.

El texto de “El Comercio” es explícito cuando refiere que “los doce guías –guardias- y policías que custodian la entrada llegan a poner contra la pared a los visitantes para realizarles un minucioso cacheo en el que, incluso, llegan a rozar las partes íntimas de hombres y mujeres en búsqueda de droga”.

En el interior el personal controla el ingreso de las visitas a las celdas. Para que una interna pueda recibir visita conyugal y a sus familiares y amigos debe tener un boleto –pase- del Departamento de Tratamiento del penal.

En la cárcel de mujeres de Quito para ingresar a una visita íntima los hombres deben presentar “exámenes de Sida y psicológico para pasar a una celda” señala la nota, aunque no especifica si la celda es apta para el encuentro íntimo o parte del alojamiento común.

El texto es fuerte al referir que “la pobreza obliga a algunas de las internas a mantener relaciones sexuales con hombres de la visita a cambio de comida o medicinas”. Al parecer el tema no es fácilmente solucionable.

Otros rasgos de patetismo que pintan la situación carcelaria de este país sudamericano tampoco parecen de fácil solución aunque, con diferentes matices, el cuadro ecuatoriano se repite en toda la región.

Como se sabe las cárceles son una medida del desarrollo de un país.-

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