miércoles, marzo 29, 2006

Perfil del condenado alojado en el SPF


Sobre un muestreo voluntario realizado al 37% de la población penal condenada, una investigación criminológica del Servicio Penitenciario Federal (SPF) concluyó que el perfil principal del detenido en las cárceles federales remite principalmente a ladrones, traficantes de drogas y autores de delitos contra las personas con alrededor de la mitad de los alojados.

El trabajo, aparecido en el boletín electrónico del SPF “Noticias Penitenciarias” considera como “factores de riesgo predisponentes” a delitos sancionados con penas de cárcel, a los trastornos de aprendizaje; de conducta; la autoagresividad; la violencia activa y pasiva; el consumo de drogas y el de alcohol.

Destaca asimismo la incidencia de la violencia familiar en la formación de un delincuente al ponderar que “existe una relación de continuidad de los problemas de conducta en la infancia, con probabilidad de transformarse en comportamiento delictivo en el futuro; el accionar criminal puede recordar los traumas infantiles, muchas veces determinados por la presencia de violencia familiar que tiende a transmitirse de generación en generación” postula el estudio.

Estas conclusiones castigan al default en las políticas de prevención del delito por parte del Estado que, en lugar de señalar y trabajar sobre las causales señaladas –por ejemplo fortaleciendo la contención familiar-, optan con frecuencia por teorizar sobre la delincuencia para concluir culpando a sus consecuencias, entre otras la cárcel.

El trabajo de investigación, realizado en el Instituto de Criminología del Servicio Penitenciario Federal (SPF) por las licenciadas Valeria Mastrorilli y Marcela Elverdin, se basó en el estudio de un porcentaje significativo, 10% del total de la población penal equivalente al 37% de los internos condenados varones y mujeres entre 18 y 70 años que presentaban sus estudios criminológicos completos.

Refiere la investigación que la extracción social de los encarcelados muestra un 74% perteneciente a la franja de extrema pobreza y un 16% de integrantes de clases más prósperas. El dato reafirma que si bien el delito no es exclusivo de un segmento social, como en casi todo el mundo los encarcelados son en su mayoría expresión de la franja más pobre de la comunidad.

Mientras cerca de la mitad de los reclusos consultados niegan haber perpetrado los actos ilícitos por los que se los encarceló para atribuirlos a otras personas, el argumento más utilizado por los condenados adjudica a la necesidad económica la causa principal de motivación de sus delitos.

Testimonian que cerca de un 48% de los internos atentó contra la propiedad –29% de los casos a mano armada-, seguido por el 15% de los detenidos condenado por tráfico de estupefacientes y, muy próximo a éste registro, aparece el de sentenciados por delitos contra las personas con 14%.

En varones prevalece el delito contra la propiedad, 52%; contra las personas y el trafico de estupefacientes con un 13% en ambos segmentos. Los delitos por los que se encarceló a las mujeres consultadas no difiere de lo conocido estadísticamente con anterioridad: un 33% por tenencia de estupefacientes; 30% por tráfico de drogas y 29% por delitos contra la propiedad.

Es habitual que los presos no asuman la autoría del hecho que los encarceló. “Optan por declararse inocentes, apelando con frecuencia al mecanismo de trasladar -o “proyectar” según el término psicológico- sus responsabilidades a otros o al sistema social, lo que los lleva a tomar sus condenas como una cuestión accidental en sus vidas, aclaran las autoras.+

Con esta afectación el muestreo destacó que el reconocimiento de actos delictivos cometidos se dio sólo en el 56% de los casos analizados. El 44% restante no considera haber delinquido y por lo tanto rechaza de sus condenas.

En los consultados el 70% posee una estructura familiar desintegrada, en la que está disuelto el vínculo de pareja o donde al menos uno de los miembros ha estado ausente; surge también que la conformación familiar en muchos casos responde a relaciones inestables, con vínculos poco sólidos y roles indiscriminados.

La debilidad de los vínculos de pareja se refleja en la escasa contención con la que cuentan los reclusos y en la interrupción de la relación poco tiempo después de la detención. En un gran porcentaje, las visitas al penal se recortan a sus madres” puntualiza el trabajo.

Los consultados “niegan la existencia de una violencia familiar pasiva, infiriéndose que no testimonian el maltrato a veces por un mecanismo defensivo y otros por haberse convertido en una modalidad habitual de relación no sólo dentro del entorno familiar sino en el contexto social en el cual está inmerso” dice el trabajo. Con frecuencia adjudican a figuras extrafamiliares la violencia activa en el hogar, mientras sólo el 14% de los testeados atribuye a un familiar estos hechos.

La violencia familiar es considerada altamente influyente en las conductas antisociales por los criminólogos. Recuerdan que “una considerable proporción de delincuentes, especialmente los más violentos, fueron gravemente maltratados” en su hogar y argumentan que “existe una relación de continuidad temporal de los problemas de conducta en la infancia, con probabilidad de transformarse en comportamiento delictivo en el futuro. El accionar criminal puede recordar los traumas infantiles, muchas veces determinados por la presencia de un engranaje de violencia familiar, que tiende a transmitirse de generación en generación”, subraya el trabajo.

Otros factores del delito
Cita como principales factores a los trastornos de aprendizaje; de conducta; la autoagresividad; la violencia individual activa y pasiva; el consumo de drogas y el de alcohol.

El 35% de los casos tratados delata trastornos de aprendizaje, detectados por alguna autoridad escolar o mencionados por los detenidos como dificultades escolares para aprender. Un 27% evidenció padecer trastornos de conducta también detectada fundamentalmente por autoridad escolar. Tanto los trastornos de aprendizaje como los de conducta, son problemáticas vividas “generalmente en la infancia que no han tenido tratamiento”.

El consumo de drogas, se encuentra reconocido en el 51% de los casos y de alcohol en sólo el 11%. Este último índice es calificado por las autoras como “extremadamente bajo”, por lo que interpretan esa cifra como “el encubrimiento de cierta conducta adictiva y dependiente bajo el carácter social más permisivo del consumo de alcohol, que lo hace socialmente más aceptado que el de drogas y, en apariencia, menos nocivo restando desde el discurso la significación de una adicción”.

Por otra parte, “mayoritariamente se dibuja un perfil familiar de nivel socioeconómico bajo; con actividades laborales descalificadas, inestables y mal remuneradas” que coadyuvan a nutrir la alternativa del delito, precisa la investigación.

El 39% de los condenados sólo alcanza el nivel primario completo, mientras 42% registra distinto niveles de estudios medios. No obstante estos porcentajes aparentemente elevados, las cifras se ven relativizadas: un nivel intelectual 47% inferior al término medio, recorta el índice promedio de conocimientos puntualiza el trabajo.

Se subraya la “indefinición de la estructura de la personalidad entre los consultados donde la investigación definió estos porcentajes: neuróticas, 15%; psicopáticas, 5%; esquizoides, 2%; perversas, 1%; "borderline", 1%; narcisistas, 1%; psicóticas, 0%. En relación a intentos de suicidio el porcentaje registrado es de 2%.

Para la reflexión
La frecuente falta de “coincidencia” entre lo que llega a la gente y la realidad carcelaria, sumado a los mitos y leyendas que alimentan las murallas o alambradas de una prisión, se traduce muchas veces en debate público decantando en la ciudadanía con distorsiones.

Sobre esto, Mastrorilli y Elverdin incluyen esta reflexión formulada como profesionales criminólogas con práctica carcelaria: “Las construcciones del imaginario social acerca de los mitos que encierra la problemática de la privación de la libertad, la delincuencia y los individuos que integran ese mundo, sumado a la falta en nuestro país de estudios científicos actualizados y una información a veces poco calificada a través de los medios de comunicación, no siempre coincide con la realidad que se observa dentro de la cárcel ni refleja las verdaderas causas que inciden en las personas que llegan al delito” concluyen.-

Versión completa de la investigación clik aquí

Foto gentileza SPF