lunes, diciembre 03, 2007

"Boom de mano de obra carcelaria" en México, aseguran

Las ventajas para las empresas son la reducción de costos entre 40% y 70% porque los presos, de baja peligrosidad, no tienen beneficios sociales, aunque perciben el salario mínimo oficial y por cada día de trabajo se les computa dos de cumplimiento de la pena.

El buen momento del trabajo carcelario es señalado con la operación de veintisiete empresas en los talleres penitenciarios y la llegada a las penales mexicanos de otras tres firmas privadas durante el corriente mes, según lo aseguró la subdirectora de Industria Penitenciaria en el Distrito Federal, Juana Elena Montes de Oca.

“El trabajo es la otra cara de la cárcel”, afirma la funcionaria, al término de un recorrido por los talleres del Centro de Readaptación Social Varonil Santa Martha Acatitla.

“Estamos ante un reto importante, porque tenemos una población de 34.600 reclusos de los cuales hoy trabajan 877. La participación todavía puede ser inmensa con el objeto de que los internos puedan tener ingresos adicionales para hacer frente a sus obligaciones familiares, sin perder de vista la readaptación social” explicó la funcionaria.

Para el gobierno local también hay incentivo: la Dirección General de Prevención y Readaptación Social recibe mensualmente un promedio de entre 30 y 50 pesos mexicanos por cada metro cuadrado utilizado por las instalaciones fabriles dentro de las cárceles.

Las empresas instaladas en ocho de las diez unidades penitenciarias del Distrito Federal mexicano ocupan una superficie de unos 20 mil metros cuadrados, aunque son las menos las que autorizan o prefieren difundir sus nombres a lo que no están obligadas. El 6 de octubre último, la editorial Plaza & Valdés puso en marcha el más nuevo de los talleres.

En 2004 Industrias Penitenciarias del Distrito Federal,”pidió colaboración” al sector privado para llevar trabajo a las cárceles.
Ese mismo año la lencería Vicky Form comenzó a trabajar en un proyecto piloto que hoy se mantiene, sumándose a otra empresa que en solitario daba trabajo desde hace 17 años a detenidos mexicanos. El área fabril más extensa es ocupada por un fabricante de cucharas, tenedores y otros elementos desechables de la marca Pachanga.

Condiciones de trabajo
Sobre las condiciones de trabajo de los internos, que no cuentan con seguridad social, la funcionaria—con experiencia laboral en el sector de la banca- apuntó que esta modalidad de trabajo “debe verse bajo la óptica de que es un tratamiento que permite una disciplina, que deriva en la readaptación” social de los condenados comentó.

Montes de Oca agregó que “se ha dicho que a las cárceles han venido los empresarios a explotar a los internos, porque no había regulación. Hoy tienen que pagar los sueldos -oficiales mínimos- a la Dirección General de Prevención y Readaptación Social”.

“Hoy no hay empresas golondrinas que hacen tres camisas, la pagan a cinco centavos y se van. Hay industrias formales que venden fuera y tienen una competitividad para enfrentar al mundo comercial”, afirmó la funcionaria.

Luego de gestionar su ingreso al programa, las empresas deben firmar un convenio de colaboración con vigencia de un año, el cual puede ser prorrogado o cancelado antes de tiempo si se denuncian incumplimientos acuerdos.

Si el sitio elegido por el socio industrial para instalarse no está en óptimas condiciones, éste invierte en su adecuación y posteriormente se le tomará en cuenta para el pago que debe hacer por uso de instalaciones, se especificó.

¿Si un socio aumenta su producción, tal vez por la temporada, debe hacer un pago extra?, se le preguntó a la vocera penitenciaria: “no, al contrario, lo que hace es solicitar más mano de obra” respondió Montes de Oca.
En Ceresova
En el penal de Ceresova hay ocho talleres. Uno es de joyería: anillos, pulseras y collares son parte de la producción diaria. Los 46 internos registrados trabajan de 8 de la mañana a 5 de la tarde (comida incluida). Unos sueldan, otros limpian y engarzan.
“Prefiero estar aquí trabajando que en el patio con la posibilidad de tener pleitos”, relata un joven trabajador. Aunque los ánimos son diversos, “yo cuando salga, la verdad no voy a trabajar en esto, como algunas personas dicen. No me interesa”, aseguró otro interno.

En un espacio adjunto se colocan navajas y tornillos a los sacapuntas de la marca Chateu, que empaqueta cien mil piezas diarias en este taller. Es una empresa familiar de tres generaciones que se vio afectada -como en muchos países de la región incluso la Argentina- por la importación de mercadería de China. Ahora su fábrica externa continúa, pero “con nosotros -en las cárceles- sus costos de producción bajan y la producción se elevó, lo que permitió reducir los precios de venta y competir en el mercado”, dice la funcionaria.

Como casi siempre, lo que tiene que ver con la cárcel, en este caso el trabajo de los detenidos, muestra distintas percepciones, propias de una temática difícil donde es riesgoso tomar visiones individuales. Por lo que dicen las autoridades, el Distrito Federal de México asiste a un "boom de la mano de obra carcelaria".
En la Argentina, en las cárceles federales -con cobertura de seguridad social- y las bonaerenses, sin doble cómputo de la pena por día de labor, la mano de obra de los detenidos avanza con distintas velocidades y características.
Una de estas características muestra coincidencia con las cárceles mexicanas: es muy bajo el porcentaje de presos trabajadores en relación a las cifras de población penal.
Elevar significativamente este número no es fácil. Los condicionamientos jurídicos, estructurales, burocráticos y de características de los trabajadores operan como refractarios para la actividad privada que vive de su propia dinámica.