domingo, agosto 13, 2006

"La cárcel no puede ser alternativa a las carencias sociales" dice penitenciario español


Joaquín Herrera es director del Centro Penitenciario de Tahiche -Lanzarote- en España desde diciembre del año pasado y al reflexionar sobre las posibilidades del proceso de reinserción de los delincuentes en la sociedad libre pide, además de la intervención penitenciaria bien entendida, la comprensión de la gente para ayudar en ese proceso y demanda la acción de los políticos para acercar soluciones de fondo al complicado tema.

“Dicen que la prisión no reinserta; pero nosotros no estamos solos en el mundo, somos un eslabón dentro de una sociedad y la reinserción debe de empezar en la calle. Cuando alguien va al médico es porque ya se encuentra mal; el que entra a la cárcel es porque ya está enfermo” subraya la autoridad penitenciaria hispana.

Y remarca luego: "la cárcel no puede ser la alternativa a las carencias sociales”.

Al ser consultado sobre dónde ve el comienzo de la solución de este problema, Herrera responde que “hay políticos. Políticos pensantes que cobran para tratar de resolver los problemas de la sociedad y esto es un problema de la sociedad. Claro que no lo saben hasta que no le afecta directamente a un primo o un sobrino” opina llanamente el director de cárcel.

Agrega: “ocurre que adentro lo vemos más porque lo tratamos diariamente. Y afuera, ustedes y yo sabemos que hay personas que sufren pero, ¿cuántos dedos movemos? Procuran que no les pidan dinero, que no se acerquen al coche porque se lo rompen y, si les van a pedir un trabajo pero tienen un determinado aspecto o no están preparados porque la sociedad no los ha preparado, pues no le dan ni trabajo. Y si es alguien que ha estado preso, la puerta se cierra. Es un problema que la sociedad no ha resuelto y quiere que las prisiones lo resuelvan” plantea Herrera.

Dice luego que “yo concretamente he ido a pedir ayuda a instituciones oficiales para decirles que esto es un problema social: “ustedes gobiernan en la sociedad y tenemos aquí internos que pertenecen a su municipio, colaboren con estos internos que cuando salgan van a ir a sus pueblos” anticipa el funcionario, para luego explicar el sentido de su propuesta: “si un trabajador social de San Bartolomé, por ejemplo, viene aquí y ve a los internos de San Bartolomé, conocerá sus problemas y, cuando salgan a la calle, continuarán ese seguimiento. Y si alguna de esas personas quiere aspirar a trabajar como jardinero para el ayuntamiento de San Bartolomé, habrá un trabajador social que podrá informar al Consistorio sobre su situación y reforzar la reinserción en ese ámbito” propone el entrevistado.

“Dirigir un centro penitenciario te permite ver los problemas que la sociedad no ha sabido resolver o no ha sabido afrontar, como es la droga, la enfermedad mental, las crisis de familia, el desarraigo, la soledad, el fanatismo, la marginación... lo he escrito todo y ese es un fallo de la sociedad, sentencia el jefe penitenciario.

Dice, dejando abierto espacio para la polémica, que se debe “mirar esto -la delincuencia- como una enfermedad de la sociedad, que debe poner los medios preventivos para que no ocurra” y asegura que se evitarían muchos ingresos de internos si los ayuntamientos, los cabildos -en Argentina las municipalidades- actuaran desde la prevención” para recortar la delincuencia.

La situación carcelaria española
Sobre la situación penitenciaria ibérica, Herrera recuerda que “hasta la propia directora general -de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo,-ha dicho que las cárceles están saturadas y eso no es un secreto para nadie”.

Añade que “la de Lanzarote no es menos; en 1980 el centro penitenciario de Arrecife tenía 10 personas internas y estaba preparado para 60, hoy hay 180 internos y sigue preparada para 60 -detalla el entrevistado, por supuesto para el asombro-. Estamos saturados porque ha habido un incremento cuantitativo. Pero esto no ha sucedido sólo en Lanzarote. Desde 1983, en nueve años, la población reclusa de España se incrementó el doble y de aproximadamente 15.000 internos se pasó a unos 30.000” precisa el funcionario para ilustrar acerca de las exigencias a las que se ven sometidas las cárceles en España.

Al circunscribirse al ámbito de la prisión que dirige Herrera detalla que “al finalizar las obras de ampliación del Centro Penitenciario de Tahiche con un costo de 17,5 millones de euros, se contará con cuatro módulos residenciales, uno de aislamiento, un departamento de ingresos, un módulo de enfermería, un módulo para mujeres, cuatro patios de recreo y deportivos, área deportiva de usos múltiples, salón cultural multiuso, un taller ocupacional por módulo, biblioteca, un centro educativo y un Centro de Inserción Social (CIS) para 50 internos de tercer grado.

Rescata que “el CIS hace mucha falta para que los internos en tercer grado -a poco de cumplir condena y por lo general con salida transitoria concedida- puedan tener un régimen abierto, ya que su sistema de internamiento y de vida es completamente diferente al resto de los internos. Estarán aparte, con sus profesionales específicos y separados del resto de la población reclusa”.

“Hoy estos internos están dentro de la prisión, pero fuera de los predios penales y no se relacionan con internos de segundo grado y el resto; dependiendo de cada caso, pueden dormir aquí y pasar el día fuera, o dormir en su casa y presentarse aquí cada quince días. Por lo general, trabajan fuera y duermen aquí” relata Herrera. Agrega que de 183 internos en Tahiche sólo 69 están condenados.

Al pretender explicar que la cárcel a su cargo tiene más de un 150% de sobrepoblación penal -183 presos para una capacidad máxima de 70- el director sale del paso señalando que “no me canso de decir y agradecer a todos los funcionarios del centro la paciencia que tienen para organizar una celda para tres personas y en la que, sin embargo, viven doce. De tres o de doce, la Justicia ordena un ingreso y nosotros tenemos que cumplirlo y buscar sitio donde sea. Había tres literas y, como en cada una se pueden añadir tres camas, ahora hay doce. El juez no mira si las celdas son de tres o doce. Pero también tengo que agradecer el comportamiento de los internos. Nosotros hacemos lo que podemos y ellos se comportan muy bien en general”.
“Es una prisión muy tranquila con los conflictos propios de un centro penitenciario, reyertas sobre todo” concluye Herrera.

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